lunes, 19 de noviembre de 2012

69. CARLES RIART



El jueves 22 de diciembre a las 20:00 vuelve Carles Riart a la Escuela Superior de Diseño de Logroño a estar un rato con nosotros. Y digo volver porque ya estuvo aquí en unas Jornadas de Diseño. Las últimas organizadas por Javier Dulín. ¡Cielos! ¡Cuánto tiempo ha pasado! Fue en el 2004, ¿quién lo hubiera dicho? porque le recuerdo como si fuera ayer. Seguramente porque tengo el diseño de su silla para Amat tan presente en mi memoria que no pasa el tiempo por ella.


Aunque Carles Riart viene dentro del ciclo de los Jueves de Diseño invitado por la Ader, coincide su visita con la Project Week dedicada este año a desarrollar algún trabajo desde el concepto de la mímesis. No podía haber mejor ocasión por tanto para poner la foto de Ramon Masats que siempre relacioné con esta silla.


Tras la visita de Carles Riart del 2004 escribí una nota para el librito de las Jornadas que también salió publicada en elhAll n 80 del Colegio de Arquitectos de La Rioja. Os la copio y pego aquí para que no tengáis que buscarla. Espero que nadie falte a la cita.

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"No sé si está bien enamorarse de una silla o ver en ella evocaciones de una bella mujer, pero en todo caso no seré yo el primero en decirlo. Preguntado Mariscal por su silla preferida (vease monográfico de rev ARDI sobre la silla), no dudó en responder que la hormiga de Jacobsen, pues veía siempre en ella un buen culo redondo y un estupento busto con una cintura de avispa entre medio. En mi caso tengo que decir que la silla de Carlos Riart para el piso de Fernando Amat en la Casa Milá me cautivó desde que la vi por la perfección de sus rasgos y por las modosas proporciones de su "dos piezas".

De todos modos a mis alumnos no les digo nunca eso (no hay que mentar nuestros gustos ni hablar de sexo en público), sino que cada vez que les enseño en diapositiva la silla de Riart explico, para su asombro, que el diseño no consiste siempre en andar buscando "ideas" maravillosas con las que sorprender a la gente, sino que también es coger una idea muy normalita y ponerse a ajustarla y perfeccionarla. El diseño no sólo está en el boceto sino en su desarrollo.

Y también la belleza. De eso saben mucho los maquilladores o los cirujanos plásticos. No es cosa de inventarse una nueva mujer sino de coger las que hay y estirarles un poquito de aquí o quitarles un poquito de allá. ¡Ay! pero estoy hablando de mujeres otra vez... Volvamos a la silla Amat: ese pequeño movimiento de la pata trasera, ese trazado perfecto y armonioso de los cuatro apoyos, esas dimensiones del tapizado, esas curvitas de las esquinas...mmmmm ¡eso es una silla! Y en cuanto a sillones lo mismo: veáse el que diseñó para un despacho del palacio de la Virreina.


Aquí hablamos en masculino, de rasgos robustos (sobre los que entiendo algo menos) pero de la misma idea de lo que es el diseño. Y para robusto, el sofá del mismo proyecto de La Virreina.


Según nos contó en la Escuela, en la cuarta conferencia de estas espléndidas X Jornadas de Diseño, Riart siempre ha ido a contracorriente de los tiempos, así que cuenta por fracasos lo que son extemporáneas genialidades. Empezó en los sesenta haciendo propuestas de muebles racionales y baratos a tanta distancia de la Bauhaus de los veinte como de los Ikea del dos mil. En los setenta, cuando todo el mundo abrazó las extravagancias formales de la postmodernidad, Riart se refugió en el diseño de la perfección formal y la ejecución de ebanista. Y en los últimos años, en un mundo donde la alta costura está a punto de desaparecer, se dedica a hacer muebles de encargo y a medida con un toque de glamour que bien podría llamarse "alta costura del mueble".

Fue una pena que en su conferencia no nos enseñara apenas nada de esta última etapa, aunque en una charla reciente de Pep Cortés para la Ader pudimos ver algunos de los muebles que le había hecho al tenor José Carreras para su casa. "No tengo fotos de lo que he hecho del noventa y dos para aquí, -nos dijo con la tranquilidad que da el estar seguro de lo que uno hace y de la falta de interés por venderse.

Para venderse ya tuvo ocación y no lo hizo. Knoll quiso ficharle y llevárselo a Nueva York pero Riart se agarró a su tierra. De aquel desencuentro, sin embargo, nació la deliciosa mecedora que completa las ilustraciones de esta breve reseña".